La primavera llega a la Provenza con fuerza inaudita. La primavera es siempre, en cualquier parte del mundo, una época de renovación, de alegría y de fortaleza. Tras la pausa invernal en donde vemos los cortos días pasar uno tras otro desde el otro lado del cristal, llega, con el cambio de hora, el tiempo que necesitamos para recorrer los caminos, las calles, para hacer más ejercicio y utilizar bien las reservas que hemos acumulado durante el invierno.
Este año el invierno en Provenza ha sido especialmente benigno. Un tiempo otoñal y soleado hasta Navidad, con apenas dos semanas de lluvias en noviembre. Después una tregua en el temible enero y sólo dos semanas de frío en el tristón febrero. Dos semanas gélidas, pero sin lluvia. Eso sí el mistral azotó la Provenza, la Costa Azul, señorial, como siempre se salvó del hijo de Eolo.
Y con marzo renace la naturaleza, se abren las venas de los árboles y las colinas de Provenza se van tiñendo de verde, blanco y morado. El ocre y rojo de la tierra se va apagando y primero nacen las flores de los almendros, después, ahora, miríadas de blancas y rosadas frutas no natas, las flores de los albaricoques, melocotones, ciruelas, las pequeñas mirabeles, y las cerezas que disfrutan de un corto apogeo. Los campos verdes de la cebada tapan a la tierra y enseguida saldrán las primeras hojas de las viñas con lo que el espectáculo será completo.
Los viajeros que lleguen a Provenza y la Costa Azul en esta Semana Santa de 2012 podrán disfrutar de la primavera en su máximo esplendor, a no ser que a principios de abril un frío no deseado aparezca. Si todo sigue así el verano será seco, mucho, pero no adelantemos acontecimientos, disfrutemos de la maravilla de la naturaleza. En abril durante las vacaciones de Semana Santa hay que disfrutar de las colinas del Luberon, les Baux de Provenza, el Mont Ventoux, el Uzège, el valle del Ródano, los Alpes en el interior. Y en las playas y costas, Niza, Cannes, Mentón, la Camargue, las islas de Provenza, cualquier recodo de la costa mediterránea les espera con los brazos abiertos.
Mientras llegan los turistas, nosotros nos perderemos en la garriga buscando un lugar en donde ningún ruido humano perturbe la tranquilidad de la naturaleza. Pero no teman, aún hay sitio para todos.
Iñigo Pedrueza para la-provenza.es